lunes, 14 de septiembre de 2009

CENTRO EVOLIANO DE AMÉRICA

EL 11S NO FUE UN ACTO TERRORISTA


Manifestar lo que voy a decir ahora me ha ocasionado unos cuantos inconvenientes. Soy de los pocos que, además de estar íntimamente convencido, expresa en público su disconformidad con el mensaje descalificatorio que se ha impuesto mediáticamente respecto del 11S al cual, cuando no se lo califica como un repudiable atentado terrorista, se lo reduce a la condición de un astuto montaje efectuado por las presuntas víctimas. Yo en cambio, en contraposición con sus innumerables detractores, lo reinvidico calificándolo como un acto de guerra victorioso realizado con una superabundante dosis de heroísmo, y ello sea dicho no sin antes aclarar que soy de los que quisieran que las guerras fuesen diferentes, efectuadas en campos de batalla abiertos como era antes en donde se enfrentaban ejércitos rivales, o aun, en la lejanía del tiempo, quisiera que los conflictos que agitan a los hombres se resolviesen como los que en la Roma primigenia contrapusieran a los Horacios con los Curiacios. Que se volviese a considerar a la victoria más que como el producto de un despliegue vertiginoso de fuerza material, como la señal de una elección proveniente de lo alto.
Sin embargo debo adaptarme a los tiempos democráticos que corren en donde la guerra ya no es más el símbolo de algo superior, ya no es una labor de élites, algo exclusivo de guerreros, sino de naciones enteras, de máquinas y de masas desenfrenadas y sin rumbo ni cadena, ya no es ni siquiera un fenómeno exclusivamente militar, sino que abarca a la sociedad toda. Y así como no se puede enfrentar con una espada a un cañón bazooka, ni tirarle con una ballesta a un avión supersónico, el héroe, que sigue siendo más necesario que nunca, hoy debe saber adaptarse a la circunstancia en la que vive y buscar aquellos medios oportunos e ingeniosos para vencer al enemigo.
Ya hemos refutado en múltiples ocasiones a la absurda teoría montajista que explica tal acontecimiento como la realización de una astuta maniobra por parte de norteamericanos y judíos para hacerse con el dominio del planeta (como si acaso no lo tuviesen todavía). La mejor respuesta que se le puede seguir dando es la relativa a los resultados que puedan haber obtenido así como con el argumento de la incongruente desproporción entre medios empleados y fines propuestos. Así como no se podía entender que para buscar excusas a fin de invadir el sur de Afganistán hubiese que haber destruido las Torres Gemelas y el Pentágono, hubiese que haber enviado a la muerte a miles de norteamericanos con los resultados hoy a la vista, sigue resultando para nosotros absurdo considerar que a los EEUU pueda convenirle continuar estando allí aun a costa de tirar por el suelo el propio prestigio al demostrar su incapacidad de controlar una situación con la asistencia de 41 países que no pueden todos juntos desbaratar a una simple banda armada que no cuenta con el apoyo de ningún Estado.
Esta vez en cambio queremos contestar a aquellos que han calificado a tal acontecimiento como un 'acto terrorista' del mismo modo que a los que se inmolaron en el mismo como meros 'suicidas' y no en cambio como mártires, tal como realmente fueron. Y al respecto no podemos menos que señalar la existencia de una primera gran incongruencia entre los detractores relativa a la distinción que hoy se hace entre inocencia y culpabilidad en relación a las guerras. En diferentes medios ha sido muy común querer poner el acento en la contraposición entre el pueblo norteamericano y el gobierno de tal país. El primero sería una víctima 'inocente' y el segundo en cambio el gran responsable de todas las tropelías que EEUU realiza por el mundo entero aun contra su propia población. Sin embargo quisiera recordar que tal sistema se basa en la democracia en donde el que gobierna es apenas un mandatario (se utiliza habitualmente tal palabra cuando se lo nombra), por lo que el verdadero soberano es el pueblo y no el jefe de Estado tal como era antes. Por lo cual es en aquél en donde debería recaer la responsabilidad última de las políticas realizadas por sus gobernantes en tanto que es el que les otorga el poder que tienen. Resulta pues llamativa esta insistencia en querer victimizar, como por otro lado nunca se lo hiciera antes, a un pueblo al cual previamente se le han dado las responsabilidades más altas. De acuerdo a la lógica que hoy impera en las sociedades democráticas, en donde los límites entre pueblo y gobierno tienden a desaparecer cada vez más, un ataque dirigido en contra del pueblo no debería ser una cosa tan condenable como podía haberlo sido antes en donde éste era en última instancia inocente respecto del gobierno que tenía ya que no participaba de su elección.
Pero de cualquier modo, no obstante esta salvedad esencial que sirve para señalar una vez más el clima de absurdo en el que estamos viviendo, habría que aceptar que, si bien el pueblo es responsable en su totalidad, de acuerdo a la lógica democrática hoy vigente, es cierto que hay grados diferentes de la misma respecto de las acciones y habría que reconocer que indudablemente y en especial en una guerra atípica como la que se ha desencadenado a partir del 11S -aunque ya estaba latente desde mucho antes (1)- si bien desde el punto de vista de las causas comparten la misma responsabilidad en la elección del gobierno sea un anciano jubilado como un soldado que se encuentra ocupando un país que no es el suyo, como en los actuales casos de Irak y Afganistán, la misma no lo es en forma igual en cuanto a sus efectos. Agreguemos también que la acción de guerra, especialmente desde el plano de la eficacia, debe realizarse prioritariamente sobre blancos representados por figuras o instituciones que estén directamente comprometidas en la empresa. Ahora bien, en relación a los ataques realizados en contra del Pentágono nadie pone hoy en discusión que se tratara aquí de un blanco militar y que por lo tanto haberlo hecho en forma exitosa representó un logro por parte de quienes lo ejecutaron y no es casual que la propaganda hable muy poco de tal acción y se siga insistiendo con más vehemencia que nunca en que se trató de un montaje evitándose al respecto y con minuciosa perseverancia exhibir las filmaciones que indudablemente se tienen del momento del impacto del avión. Si en la actualidad hasta se filma lo que acontece en el más humilde de los supermercados, ¿cómo podría pensarse que no se llegó a filmar lo que sucedió en el Pentágono ese día? (2)
Pero cabría preguntarse si en cambio el ataque contra las Torres Gemelas representó un crimen contra población civil no comprometida directamente en la contienda bélica, es decir una repudiable y descalificable acción terrorista. Resulta curioso al respecto que se siga diciendo todavía que cuando Norteamérica en sus diferentes bombardeos democráticos en el Asia Central (especialmente Afganistán y Pakistán) mata a inocentes amas de casa y niños ello sea calificado como un 'daño colateral' (3) y en cambio la acción por la cual se destruyó el principal centro financiero del mundo sea calificada como un repudiable acto terrorista en el que se mató a tantos civiles inocentes. Por lo que nos consta en las Torres Gemelas no murió ningún niño ni ninguna ama de casa, simplemente porque ese edificio no era un complejo habitacional, sino un importante conglomerado de oficinas en donde operaban los principales bancos que regían las finanzas del planeta. Si bien el sistema, de la misma manera que no ha exhibido las filmaciones de los hechos del Pentágono, se ha cuidado notoriamente, bajo el espeso manto de humanitarismo acompañado de las detectivescas teorías montajistas, descalificatorias ambas por igual, de ocultarnos el daño que se le ha propinado con tal acción, a nosotros nos consta por otras fuentes que al menos fueron destruidos unos 30 bancos y unas 120 mesas de dinero en su mayoría realizadoras de operaciones de las denominadas off shore, todas ellas instituciones financieras encargadas de lucrar con el sudor del trabajo del mundo entero en aras de un sistema perverso en donde el dinero ahorrado, en vez de ser la reserva que una persona utiliza para vivir en su vejez, es una verdadera burbuja que enriquece o empobrece instantáneamente de acuerdo a los avatares producidos por los grandes financistas. Yo me pregunto ¿sabremos algún día cuántos fueron los Madoff que murieron con tal acción? ¿Cuántos fueron los futuros negociados que se pudieron evitar con tal acto de guerra y gracias al abnegado sacrificio de 19 mártires?
Pero quiero ir más lejos todavía. La crisis terminal (4) de este sistema se ha debido al efecto dominó producido por ese acto del 11S. Luego de tales ataques imprevistos e irrepetibles, en tanto que, en la medida que se puso al descubierto un punto débil, se pueden efectuar una sola vez, quedó también desarticulada la totalidad del sistema de seguridad de los EEUU. Ha sido reconocido específicamente por parte de los mismos norteamericanos que, de no haberse empleado al grueso de los agentes del FBI en la prevención de eventuales atentados terroristas, con seguridad estafas como las de Lehman Brothers y otras se podrían haber evitado.
Asociemos a este efecto dominó el daño que le ha producido a la economía norteamericana y por extensión al mundo entero capitalista esta guerra interminable que ya lleva ocho años, más tiempo que la Segunda Gran Guerra, con una inversión económica que ha superado a esta última y sin haber recibido las indemnizaciones pertinentes y veremos los efectos que ha tenido esta acción victoriosa.
Por lo dicho y otras cosas más que harían interminable esta nota, consideramos que la acción del 11S no fue un acto terrorista, sino propiamente un acto de guerra de una civilización que no considera al dinero como el bien supremo por el que haya que vivir y morir, sino a lo que es más que mera vida, aquello que se alcanza a través del martirio y el heroísmo.


(1) Nosotros hemos ya dicho que el verdadero inicio de la guerra de civilizaciones que ha enfrentado al fundamentalismo islámico con los EEUU habría que remontarla a la acción efectuada en Mogadiscio en 1998 cuando se obligó a tal país a abandonar Somalia.
(2) Es llamativo cómo esta misma actitud de no querer revelar las filmaciones del ataque al Pentágono sea interpretada de manera diferente por los montajistas para los cuales ello sería una prueba contundente de que se quiere ocultar que fue un misil lo que impactó y no un avión dirigido por mártires. Pasa aquí lo mismo que en el debate entre evolucionistas e involucionistas en el campo de la biología; una misma prueba puede ser interpretada de maneras diferentes y contrapuestas sea para probar una u otra teoría.
(3) Aquí el grado de inocencia debería ser mucho mayor pues tales países y poblaciones no son tan democráticas como la yanqui y por lo tanto son menos 'soberanas' que éstas.
(4) Algunos, debido a ciertos 'repuntes' acontecidos en la bolsa y en el mercado inmobiliario norteamericano, creen que no se trata de la crisis terminal del sistema, que el capitalismo sigue teniendo larga vida, como la tuviera el comunismo. Dejemos que la guerra siga un poco más y que se siga extendiendo y ya hablaremos más adelante.

Marcos Ghio
Buenos Aires 11/0/09

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