domingo, 22 de junio de 2008

Archivo 2006 - El Papa y el fundamentalismo islámico

DE NUESTRO ARCHIVO - AÑO 2006
Guerra de civilizaciones
EL PAPA Y EL FUNDAMENTALISMO ISLÁMICO


Sumamente sensatas han sido las manifestaciones del n° 2 de Al Qaeda, Al Zawahiri, relativas a las declaraciones del Papa respecto del Islam. ¿Cómo es posible, se pregunta el egipcio, que justo en el momento en el cual el “occidente cristiano” invade y masacra a los pueblos islámicos sin que éstos lo hubiesen atacado previamente, salvo en el hecho de no haber querido practicar la religión democrática que éste expande coercitivamente por el mundo y en consecuencia no quererle obsequiar su petróleo a fin de subvencionar el bienestar del “primer mundo”, cómo es posible, se pregunta siempre, que al papa no se le ocurra otra cosa que acusar al Islam de violento? ¿Acaso ha dicho algo en relación a la reciente ley del parlamento norteamericano legalizando la tortura para con los prisioneros de guerra, es decir violando abiertamente las Convenciones de Ginebra? ¿Quién es el violento? ¿No es más repudiable la violencia del más poderoso, más aun si éste se reputa cristiano como el mismo papa? ¿Por qué no empieza entonces por condenar la violencia que existe entre quienes veneran a su mismo Dios antes que hacerlo con la de otros?
Por otro lado no puede argumentar el papa, tal como ha hecho, respecto de la irrelevancia de sus declaraciones por haber proferido sus conceptos sobre el Islam en un discurso académico en una universidad de teología y no para el gran público. Debe recordar siempre que él ya no es más simplemente el teólogo Ratzinger cuyas expresiones podían o no afectar la doctrina de la Iglesia católica. Es Benedicto XVI cuyas declaraciones siempre son públicas y comprometen la opinión de la institución que preside aunque las hubiese efectuado en un cenáculo cerrado.
Pero a nuestro entender hay algo más importante en todo esto y que escapa absolutamente a una cuestión de ingenuidad, distracción u oportunidad. Tales declaraciones, al menos agresivas hacia el Islam, han sido hechas ex profeso del mismo modo que el papa ex profeso también ha evitado puntualmente disculparse por las mismas, escudándose falsamente en el carácter irrelevante de éstas. Aquí es dable encontrar dos razones concurrentes para explicar los motivos del pretendido exabrupto papal. En primer lugar que Ratzinger sabía anticipadamente que iba a despertar reacciones en su contra, tenía ante sí el ejemplo del hindú Rushdie con lo que le sucediera con sus “Versos Satánicos” en donde también se atacaba al Islam. En este último caso se trató de un ignoto escritor quien, gracias a la condena a muerte recibida por parte del Ayatollah Khomeini, saltó de golpe a la fama y sus monótonos libros se convirtieron prontamente en best sellers. El caso del papa guarda una gran similitud. Ha logrado de este modo alcanzar un mayor protagonismo en una época signada por una guerra de civilizaciones* en donde la Iglesia parece tener un papel subordinado a la zaga de otros. Y justamente porque de lo que se trata aquí es de una guerra de civilizaciones y no de religiones, lo lamentable en este caso es constatar de qué lado se ha puesto la Iglesia católica. Repitiendo una vez más la misma experiencia que nos cupiera vivir a nosotros en la guerra de Malvinas, el papado romano se ha ubicado en la misma trinchera del occidente moderno, en ese entonces representado por Reagan y Margaret Tatcher, del mismo modo que hoy se pone del lado de Bush y de Blair y en contra de Bin Laden y de Ahminajedad. Es decir se enuclea del lado de aquella civilización que ha repudiado el legado de su tradición greco-romana-católico medieval, que él en cambio debería representar y defender, sosteniendo de esta manera un mundo de consumos superfluos, de masas, de democracias, de materialismos como aquel en que vivimos. Así como en nuestra epopeya malvinense el pontífice romano impulsó la paz a cualquier precio, es decir la rendición a Gran Bretaña y la secuela democrática consecuente que hoy padecemos los argentinos, del mismo modo es como no censuró nunca ni condenó la invasión a Afganistán y a Saddam Hussein, de la misma manera que a Galtieri, le aconsejó desarmarse “para no ser invadido” y para no padecer daños mayores, facilitando así la ocupación de su país por parte de Norteamérica. Al respecto cabe preguntarse: ¿puede haber tenido Irak un daño mayor que la actual “democracia” con su guerra civil incluida? Y la República Argentina: ¿podría haber conocido algo peor que aquello que nos propuso entonces el pontífice? Y hoy, en consecuencia estricta con tal política favorable al occidente moderno, descalifica al Islam tildándolo de irracional y violento, con la finalidad aviesa de extender tal conflicto a un plano religioso, cuando su violencia desde un plano moral está plenamente justificada, pues es en defensa de su dignidad ante la invasión extranjera.
Un capítulo especial merecen todos los actuales defensores del papa, los que pueden encontrarse en legión sea entre la intelectualidad liberal y judaica, como entre sectores católicos integristas de “derecha” o “nacionalistas” güelfos. En ambos casos, su apoyo es tan incondicional, que hasta lo terminan criticando por ser demasiado bueno, condescendiente y tibio para con el fundamentalismo pues, a pesar de haber estado en su más pleno derecho de decir lo que quisiese sobre el Islam (olvidando así que la opinión del papa no es una más entre otras), no ha hesitado en buscar una reconciliación y un pretendido pedido de perdón que en realidad, como sabemos, nunca se hizo. Por supuesto que a tales sectores poco le preocupan las matanzas que hoy padecen los pueblos islámicos por parte del “occidente” y sí de las pretendidas persecuciones que se harían como represalia a los pacíficos turistas y a los misioneros europeos.
Agreguemos por último que, cuando Ratzinger se refiere al Islam, por supuesto que lo está haciendo con su sector fundamentalista, sea chiita como sunnita, pues el otro Islam, el de los califas multimillonarios aliados de Norteamérica, debidamente domesticado en la modernidad, por supuesto que no es objeto de sus ataques ya que no es “violento”. Al respecto agreguemos que, como católicos que no nos sentimos para nada representados por este papa ni por el anterior, no podemos menos que felicitar sea al Ayatollah Khamenei por el lado chiita, como a Al Zawahiri, por el sunnita de Al Qaeda, por sus respuestas mesuradas ante la provocación a fin de no exacerbar una lucha interreligiosa totalmente inútil y estéril a la que en cambio nos quiere conducir Ratzinger. No llamaron en ningún momento a una venganza para con el papa, sino que simplemente pusieron el acento en su incompostura y en su doble discurso. En todo el mundo islámico la única reacción repudiable ha sido en Somalia en donde se mató a una monja católica, pero en seguida las Cortes Islámicas, expresión de Al Qaeda que gobiernan tal país, repudiaron el hecho.

Aquí de ninguna manera nos estamos refiriendo a la teoría de la lucha de civilizaciones tal como la formulara Samuel Huntington, muy seguida por sectores católicos integristas y evidentemente también por Ratzinger. No se trata de una lucha entre el Occidente cristiano y el Oriente musulmán, sino entre mundo moderno y mundo tradicional. Entre un una civilización que ha puesto como eje al devenir, a la materia y a la economía y su opuesta que se cimienta en lo que no cambia, en el ser, en los valores espirituales. En esta perspectiva son modernos tanto Bush como el Vaticano y sectores islámicos aliados a Norteamérica como los regímenes de Egipto, Arabia Saudita y Jordania, y tradicionales pueden ser aquellos sectores fundamentalistas sea islámicos como católicos, como de cualquier otra religión.

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